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martes, 20 de abril de 2010

Falange Española y la reconciliación nacional por Manuel Chacón Rodriguez.


Desde hace siglos, en España ha sido común –desgraciadamente- hacer política de los agravios y enfrentamientos civiles sufridos por unos y otros en el pasado, lo que supone un grave error para la convivencia civil y un pesado lastre para el verdadero progreso de una sociedad. De ello son claro ejemplo los últimos 80 años, con periodos más marcados que otros, y disminuyendo en intensidad hasta fechas recientes… pero con especial incidencia y repunte durante el último lustro.

En efecto, el fenómeno de la denominada memoria histórica iniciado en la primera legislatura de Rodríguez Zapatero (memoria que, por serlo, discrimina los recuerdos del pasado, es subjetiva, y por tanto irracional e imperfecta; frente a la Historia, que es científica y racional), en lugar de haber fomentado actos comunes de reconciliación o debates serenos y equitativos entre historiadores, propios de sociedades justas, pacíficas, democráticas, modernas y avanzadas, no sólo ha llevado a la arena política -con claros intereses electorales- lo más lamentable del pasado reciente de España, nuestra ya lejana Guerra Civil, que debería ser primordialmente objeto de análisis entre historiadores y expertos; sino que ha contribuido sobremanera a degradar la convivencia entre los españoles, como nada ni nadie lo había hecho en muchísimo tiempo, llegando a extremos de tensión e irracionalidad que posiblemente se remonten hasta siete u ocho décadas atrás.

El culmen ha sido -está siendo- la “causa general” abierta en 2008 por Baltasar Garzón ni más ni menos que contra el franquismo, en la que pomposamente pidió la identificación de los dirigentes de Falange Española hasta 1951 como responsables de presuntos crímenes cometidos por la dictadura franquista, dejando como mínimo en evidencia sus grandes carencias en el conocimiento de la historia reciente española. Sí, pues Falange Española de las JONS (FE de las JONS ó FE-JONS) dejó de tener responsabilidad sobre sí misma desde el 19 de abril de 1937, fecha en que desapareció oficialmente mediante el “Decreto de Unificación”, ley franquista que unió forzosamente diversas fuerzas políticas (FE-JONS, Tradicionalistas, CEDA, Renovación Española…) creando un partido obligatorio y único al mando del General Franco (denominado más tarde “Movimiento Nacional”), quien encarceló y condenó a muerte al Jefe Nacional de FE de las JONS, el obrero santanderino Manuel Hedilla (sucesor de José Antonio Primo de Rivera) por intentar mantener la Falange de forma independiente y autónoma… y se apropió de los símbolos y parte del nombre de la organización, adulterándola, en una de las más lamentables tergiversaciones de la historia contemporánea de España; de manera que FE de las JONS no recuperaría su personalidad jurídica y autonomía política hasta octubre de 1976, llegando a nuestros días, y habiendo participado democráticamente en todos los procesos electorales de los últimos 33 años. ¿Desconocía todo esto Baltasar Garzón?

Ante tamaño despropósito, en enero pasado el Tribunal Supremo admitió a trámite la querella por prevaricación interpuesta por FE de las JONS en septiembre de 2009 contra el juez. Desde entonces, cada dos o tres semanas los titulares de la mayoría de los medios de comunicación resaltan las novedades del caso, difundiendo errores (interesados o no) al afirmar reiteradas veces que FE de las JONS se ha querellado contra Baltasar Garzón por querer investigar los crímenes del franquismo, dando a entender que FE de las JONS defiende al extinto régimen del General Franco, lo que es falso. Precisamente, y dejando claro indirectamente que esto no era así, a finales de febrero el Tribunal Supremo admitía también -imponiéndole una fianza de 6.000 euros- que Falange fuera parte independiente de los otros dos querellantes, dado el diferente tenor de sus querellas, y abriéndole la posibilidad de argumentar en contra de su participación en los crímenes cometidos durante el franquismo, dado que no existía como organización.

Y es que aunque los falangistas preferimos no hurgar en las heridas del pasado, lo cierto es que llegado el caso, no sólo no nos molestaría que se investigaran crímenes de unos u otros durante la guerra, sino que seguramente nos beneficiaría en términos de imagen, porque se demostraría que los verdaderos falangistas y la organización en sí misma se opusieron activamente a las represalias y crímenes de ambos bandos; los llamamientos a la reconciliación y a la piedad con los enemigos están ahí, tanto en el propio José Antonio Primo de Rivera como en su sucesor y jefe de FE-JONS hasta abril de 1937, Manuel Hedilla, y en numerosos cargos de la organización. Algo que no puede decirse de otras organizaciones políticas como el PCE ó el PSOE, que tal como históricamente está demostrado, promovieron centros de tortura y asesinato como las tristemente famosas “checas”. Y no sólo eso, sino que hasta abril de 1937, en las represalias llevadas a cabo en el bando nacional, es más que discutible que los falangistas (los de verdad, no los disfrazados con camisa azul para cometer fechorías) tomaran parte de ningún crimen, pues hay que tener en cuenta que en el verano de 1936, con el partido descabezado y casi sin jefes, la afiliación proveniente de partidos de derecha e incluso de izquierda fue masiva, sin formación política ninguna. Por lo que los crímenes cometidos por estos neofalangistas bajo la bandera de Falange, solo son atribuibles a sus autores materiales, no a la organización que intentó detener la guerra y desde siempre rechazó la violencia gratuita.

Así, como recuerda exhaustivamente el historiador Ángel David Martín Rubio en un reciente artículo, las pruebas documentales acerca de órdenes desde los mandos de FE-JONS para impedir la participación de los falangistas en la represión irregular aparecen con frecuencia en los jefes y mandos falangistas, diferenciándose de otras fuerzas políticas o militares de ambos bandos.

Sin ir más lejos, Manuel Hedilla, nada más ser nombrado jefe de la junta de mando provisional de FE-JONS el 2 de septiembre de 1936, escribió lo siguiente al tomar posesión: “Conducta en la retaguardia. Conviene que todas las jefaturas provinciales y territoriales controlen debidamente la ejecución de actos represivos (…) Hay que procurar que ese control se realice, pensando en que no haya víctimas inocentes, en la retaguardia de nuestras líneas”. En la misma línea, Hedilla pronunció un discurso en la Nochebuena de ese año, que se publicaría en la prensa, en el que entre otras cosas decía: “«...me dirijo a los falangistas que se cuidan de las investigaciones políticas y policiales en las ciudades y sobre todo en los pueblos (…) impedid con toda energía que nadie sacie odios personales, y que nadie castigue o humille a quien, por hambre o desesperación, haya votado a las izquierdas. Todos sabemos que en muchos pueblos había -y acaso hay- derechistas que eran peores que los rojos. Quiero que cesen las detenciones de esta índole y, donde las haya habido, es necesario que os convirtáis vosotros en una garantía de los injustamente perseguidos. Y allí donde os encontréis, estad resueltamente dispuestos a oponeros a procedimientos contra los humildes.”

¿Habrá, finalmente, que recordar, que el propio José Antonio al poco de iniciarse la guerra, preso en Alicante, ofreció al gobierno de Madrid un plan para parar el conflicto con la formación de un gobierno de concentración nacional, y que se ofreció él mismo a mediar con las autoridades de Burgos? Desgraciadamente, no fue escuchado. Sus últimas palabras, escritas en su Testamento, fueron de reconciliación y perdón: “Ojalá fuera la mía la última sangre española que se vertiera en discordias civiles. Ojalá encontrara ya en paz, el pueblo español, tan rico en buenas cualidades entrañables, la Patria, el Pan y la Justicia”.

Y es que los fundadores de FE-JONS, que como José Antonio murieron jóvenes, asesinados entre julio y noviembre de 1936, y con ellos entre el 60% y el 75% de sus cuadros dirigentes, no llegaron a ver (aunque lo adivinaron) cómo su Falange y sus símbolos fueron usurpados y desnaturalizados por un régimen que no fue el suyo, pues la ideología falangista auténtica, el nacionalsindicalismo, realmente no tendría lugar a fondo en un Estado de “mediocridad burguesa conservadora”. Una ideología, la falangista, surgida de la fusión de ideas éticas de izquierda y derecha, regeneradora entre la tradición y la revolución, que propugna a un tiempo la justicia social, la unidad nacional, la dignidad humana, la nacionalización de la Banca, la defensa -sin confesionalismo- del sentido católico de la historia de España y la entrega a los trabajadores de los medios de producción; y que como indica el politólogo e hispanista francés Arnaud Imatz, se le debe relacionar “no con izquierdas, ni con derechas”, ni con fascismo ni con anarcosindicalismo, sino con una síntesis de todo ello, y en especial con el personalismo humanista francés de Emmanuel Mounier y “con la larga y abundante tradición político-cultural transversal cuyos valores e ideas se aferran tanto a la derecha como a la izquierda”, superando ambas formas de hemiplejia moral, en la más pura herencia filosófica de Ortega y Gasset.

A modo de reflexión final, puede decirse que España no alcanzará una auténtica madurez y mayoría de edad política, y el necesario civismo reivindicado ya por los regeneracionistas y la generación del 98, si los españoles no aprendemos a asumir nuestra historia, toda nuestra historia, y a superar nuestros propios complejos como nación y como pueblo mediante la educación, la cultura y el respeto mutuo, y en especial mediante un conocimiento histórico que sea fundamento de una convivencia equilibrada, establecido en los términos que ya señalaron los clásicos, es decir: proceder de buena fe, apartar todo encono sectario, y someter a una sana crítica constructiva toda la información aportada por las más diversas fuentes.
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Manuel Chacon Rodriguez.Historiador. Vicepresidente de Foro Erasmo.
 
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