Córdoba, Córdoba, Spain
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sábado, 31 de enero de 2009

EL GAS RUSO, ESPAÑA Y LA CRISIS

En esta nueva entrada, el Foro Erasmo se hace eco de un artículo publicado en Diario CÓRDOBA el pasado día 30 de enero, del que es autor el historiador y analista político internacional, Manuel Chacón Rodríguez, vicepresidente de Foro Erasmo.

EL GAS RUSO, ESPAÑA Y LA CRISIS

En medio de una ola de frío invernal sin precedentes en 35 años, el conflicto ruso-ucraniano del gas ha irrumpido con fuerza en la escena internacional y ha marcado con especial obstinación y protagonismo, muy a su pesar, las primeras semanas de la presidencia checa de la Unión. Y es que en una fría zona de Europa donde, preciso es decirlo, el gas lo es todo en invierno, decenas de millones de europeos se han quedado sin energía por voluntad de Rusia, y solo han escapado directamente los países que como Chequia o Polonia han diversificado sus proveedores de gas. Con todo, el petróleo y la gasolina han vuelto a subir; y eso nos afecta directamente a todos, incluida España.
Ahora bien, ¿era esta una situación previsible? ¿Ha cogido el conflicto por sorpresa a los dirigentes y burócratas de Praga, Bruselas y Estrasburgo? Seguramente, no; pero tampoco podían hacer mucho por impedirlo. Al fin y al cabo, la Unión Europea ha tenido un papel insignificante en todo el proceso, que debería hacernos reflexionar. Por lo demás, la firma de un acuerdo entre rusos y ucranianos tres semanas después de iniciada la morbosamente denominada guerra del gas solo supone una tregua en unas fricciones más políticas que económicas que, podemos tenerlo claro, se volverán a iniciar tarde o temprano. De momento, búlgaros, eslovacos y austriacos vuelven a calentarse. ¿Por cuánto tiempo?
Vayamos a la raíz del problema: las causas del conflicto son, en apariencia, las diferencias por el precio del gas entre la empresa estatal ucraniana, Naftogas, con la gran corporación estatal rusa, Gazprom; pero solapadamente, también el nacionalismo ucraniano antirruso y proestadounidense, y la creciente expansión político económica de Rusia en la región.
No son circunstancias nuevas. Un conflicto similar ya se dio en el invierno del 2006. Pero la situación de entonces no era la misma que ahora: tras las fortísimas subidas del precio de los combustibles fósiles en los últimos tres años (provocadas sobre todo por la especulación de las petroleras occidentales), Rusia, con sus inmensas reservas de gas y petróleo, se siente hoy más fuerte que nunca. Así lo demostró el pasado verano en Georgia, con su contundente respuesta militar en Osetia del sur; y ahora, de forma menos violenta pero casi igual de contundente, le ha tocado el turno a Ucrania (e indirectamente a la Unión Europea). Moscú, pues, recupera influencia en una zona que considera propia, y se justifica en reivindicaciones históricas y étnicas; si a esto unimos que casi la mitad de la actual población ucraniana es étnicamente rusa, y que el Estado ucraniano pugna desde hace años por escapar a la influencia del Kremlin, están servidos los ingredientes para que la tensión política continúe. De momento, con el conflicto que ahora aparenta cerrarse, Rusia logra un claro beneficio económico y, sobre todo, ha demostrado que vuelve a ser una superpotencia regional, con aspiraciones mundiales: ahí está su reciente fortalecimiento de relaciones con Irán, Venezuela y Cuba.
En efecto, todo está ligado a la situación internacional: desde hace varios años estamos inmersos en una compleja partida geoestratégica mundial (denominada por algunos analistas, creemos que muy acertadamente, como paz caliente), en que superpotencias regionales como China o Rusia mueven fichas con el objetivo de afirmarse como nuevas superpotencias globales, frente a unos EEUU cuya intención declarada es seguir siendo la superpotencia mundial única y hegemónica que es desde hace casi 20 años. No es ajeno a ello, para nada, la gravísima crisis financiera occidental; el genocidio diario del hambre en medio mundo; la toma de posesión de Obama ; las guerras o conflictos que surgen (Kosovo, Georgia, Ucrania), se mantienen e intensifican (Irak, Somalia, Gaza, Afganistán) o surgirán (Irán); y en especial --y esta es una diferencia cada vez más marcada con el pasado-- el papel más o menos silencioso, pero decisivo, que representan las grandes corporaciones económicas multinacionales.
Para concluir, y volviendo en cierto modo al principio, nos preguntamos si España podría quedar atrapada en una nueva crisis del gas; a lo que podría darnos respuesta el intento de las grandes multinacionales Gazprom y Lukoil (y por extensión, del Kremlin), apenas hace dos meses, por hacerse con un tercio del accionariado de nuestra primera empresa energética, Repsol. Con todo, y más impactante aún: ¿escapa España a las muy sutiles presiones de quienes actualmente nos proveen de energía? Nos tememos que no. Y es que solo una política más firme y decidida del Estado por energías alternativas y limpias, una política económica pública, transparente, ecológica y nacional, podría alejarnos de una falta de independencia en todos los órdenes y, de paso, contribuir revolucionariamente a alejar la amenaza de esta u otras crisis.



Enlace al artículo:

http://www.diariocordoba.com/noticias/noticia.asp?pkid=460374
 
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