Córdoba, Córdoba, Spain
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domingo, 26 de abril de 2009

SER UNIVERSITARIO EN ESPAÑA

El pasado día 20 de abril, el Diario CÓRDOBA publicó un artículo titulado MEDIOCRACIA VERSUS TALENTOCRACIA, en el que su autor, Ramón Ribes, ponía sobre el tapete los problemas por los que pasa en la actualidad el sistema educativo español, y más concretamente el universitario. Nada nuevo para aquellos que siguen de cerca el panorama estudiantil en nuestro país y, por el contrario, algo escandaloso para los que aún conservan la venda en los ojos; la venda del seguimiento incondicional a los gobiernos de España, que en las últimas décadas no han hecho sino prostituir la enseñanza y disminuir de manera tangible la capacidad de razonamiento de nuestros universitarios. El artículo de Ribes no tiene ni un ápice de desperdicio.

*Ramón Ribes es Doctor en Medicina y licenciado en Derecho. Especializado en Radiología intervencionista, pertenece a la plantilla del Hospital Reina Sofía de Córdoba, tras completar sus estudios en Estados Unidos


MEDIOCRACIA VERSUS TALENTOCRACIA

El panorama de nuestro sistema educativo, en general, y de su máximo exponente, la Universidad, en particular, es desolador. Los alumnos no tienen patrones de referencia. Salvo honrosas y escasísimas excepciones, tanto ellos como los profesores destacan en docilidad y miedo. El talento ha desertado de las aulas. Los que aportan ideas son laminados por aquellos que, no teniendo nada que aportar, han hecho de la estulticia académica su modo de vida. Los alumnos vagan por la carrera con el único propósito de que ésta acabe cuanto antes, sabedores que cada año son más dóciles, menos inteligentes, menos libres y, sobre todo, menos personas.
En más ocasiones de las deseadas los herederos académicos de muchos de los mediocres que se encaramaron a las cátedras tiempo atrás son ahora las tristes estrellas de la farsa en la que se ha convertido la Universidad, cada vez más localista y menos universal. Lo peor no es que los alumnos, cuando terminan, sepan mucho menos de lo que debieran, que ya es triste; el auténtico drama es que el sistema les ha metido en la sangre el miedo a pensar libremente.
He asistido a clases de Medicina y de Derecho donde el profesor leía literalmente el libro de texto de la asignatura sin hacer absolutamente ningún comentario durante cuarenta y cinco minutos. Lo surrealista es que cincuenta obedientes alumnos ¡tomaran apuntes! Me resisto a creer que esto no tenga arreglo, pero las soluciones a tan grandes males deben ser enérgicas, audaces y, probablemente, políticamente incorrectas. Desde la extrema corrección política nada se ha conseguido ni se conseguirá.
La mediocracia sigue tratando infructuosamente de ganarle la partida al talento. Si bien es cierto que el talento puede perder batallas, el talento es, por definición, incontrolable, insobornable e invencible. ¿Qué podemos esperar, por ejemplo en Medicina, de unos programas que incluyen asignaturas tan "esenciales" para la formación de un médico general como la cineantropometría y, por el contrario, no contemplan, en la mayoría de las facultades, otras tan imprescindibles como el inglés médico? Aturdidos estudiantes, ¿dónde creéis que termina esto? Esto termina en vuestra absoluta aniquilación como personas libres. Seguiréis, de por vida, mendigando las migajas de un sistema que, destruyendo el talento, inició, tiempo atrás, el inexorable camino hacia su apoptosis.
He tenido la suerte de adquirir la parte más importante de mi formación en hospitales de los Estados Unidos y, aunque algún patriota se rasgue las vestiduras, las diferencias de nivel entre los recién licenciados americanos y españoles son abismales. Los recién licenciados americanos, como consecuencia de tener mucha menos carga de contenidos teóricos, tienen mucha más formación práctica.
Ya sé que a nuestros políticos les gusta, y les conviene, alardear de lo bien formados que están nuestros universitarios, pero eso es otra falacia más porque el mejor vehículo para transmitir conocimientos y, lo que es mucho más importante, valores no es otro que el entusiasmo y los entusiastas son mirados con recelo en nuestra depauperada Universidad. Si hablamos de publicación científica, el pronóstico es aún más ominoso. Las publicaciones científicas en revistas internacionales de reconocido prestigio y alto factor de impacto son anecdóticas para nuestro sistema. La valoración del currículum científico por índice de impacto es el único método objetivo posible. Pero, ¿cómo evaluar entonces a dos sumisos candidatos que optan por una plaza y en lo que respecta a su valor de impacto agregado empatan a cero?
Lo más dramático es que la mediocracia no es más que una estación de paso en el inexorable camino desde la talentocracia hasta la ineptocracia porque solo los mejores son capaces de rodearse de los mejores generando una espiral de crecimiento continuado. La calidad, como la Luna, si no crece, mengua.
Sólo recuperando la honorabilidad, el mérito y el esfuerzo como valores inquebrantables de la Universidad, y de la sociedad, será posible revertir el curso de los acontecimientos y para ello necesitamos jóvenes docentes --de cualquier edad biológica-- dispuestos a vencer la inercia negativa y la pusilanimidad de nuestras aulas.
 
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